Beethoven sólo escribió una ópera y la ambientó en Sevilla. Fidelio es esa obra, un canto apasionado al amor conyugal y una condena de la represión y la tiranía. El genio alemán no se resistió a incluir Sevilla en su libreto, una ciudad que ha sido escenario de más de cien óperas. Pero ¿qué Sevilla?
Lo cierto es que la trama se desarrolla en una atmósfera tétrica y opresiva. Una cárcel a las afueras de Sevilla. En la producción del Teatro de la Maestranza, el propio director de escena José Carlos Plaza deja claro el interés por recrear el ambiente sórdido del penal. Bloques de hierro oxidado y rocas cruzan la escena en el diseño de Francisco Leal que reproduce el confinamiento de Florestán. Leonore, travestida como Fidelio para ganarse al carcelero y llegar hasta su esposo preso, se desenvuelve en este patético entorno. ¿Qué hay de la radiante Sevilla en este ruin agujero?
La cárcel donde el gobernador Pizarro retiene a Florestán se localiza en la obra, con poco detalle, simplemente a las afueras. Se la ha identificado con el Castillo de San Jorge, que fue cárcel de la Inquisición. Además, la panorámica que ilumina la escena al fondo, la de la Sevilla monumental, se ofrece desde una perspectiva que encaja con la orilla de Triana.
En efecto, en el decorado se erigen poderosas la Catedral y la Giralda sobre unas casas visiblemente más bajas y modestas que el skyline de hoy. Es la Sevilla de finales del siglo XVIII la que retrata muy de pasada Beethoven. O más que Beethoven, la Sevilla que Leal interpreta que correspondía a la época.
Aquella Sevilla de la Ilustración vivió con espanto cómo temblaba la tierra y se derrumbaban algunos de sus edificios más insignes en el gran terremoto de 1755. Era una ciudad en declive, sobre todo desde que perdió el monopolio del comercio con América, pero que aun así mantenía industria con la Real Fábrica de Tabacos o la Real Fábrica de Artillería, entre otras. Y para rematar un cambio de siglo ominoso, otra de las históricas epidemias de peste.
Beethoven tuvo que estrenar tres veces su única ópera para que se convirtiera en el éxito universal que ha llegado a nuestros días. Sevilla, por el contrario, se ha mantenido más de cien veces como el lugar de la acción en la historia de la ópera.