Los jardines cedidos por la Infanta María Luisa en 1893, y acondicionados por el ingeniero francés Nicolás Forestier para la Exposición Iberoamericana de 1929, dieron como resultado uno de los parques más hermosos de España, con más de 400.000 metros cuadrados de arboleda, avenidas y glorietas donde se combinan los diseños europeos de la época con la tradición islámica. En el interior del parque, la Plaza de América sintetiza las corrientes de la arquitectura regionalista: neomudéjar, neogótico, neobarroco.