En el centro de la Plaza Nueva, lo que viene a ser el corazón mismo de Sevilla, se levanta desde 1924 el monumento al rey Fernando III, conocido como El Santo. El conquistador de la ciudad en 1248, cuyos restos se conservan en la Catedral de Sevilla y se exponen a los visitantes en su onomástica, cada 30 de mayo, es además el patrón de la ciudad. ¿Merece o no tan señalado emplazamiento?
Hasta su inauguración el 15 de agosto de 1924, día de la Virgen de los Reyes (patrona de la ciudad), el propósito surgido en 1848 sufrió paralizaciones, cambios y replanteamientos. En principio, con la aparición de la Plaza Nueva en sustitución del antiguo Convento de San Francisco, la idea era situar en el centro de este espacio una estatua del Rey Santo con fuente incluida, aunque tras años de vacío se planteó que fuera la reina Isabel II la representada. La reina declinó y se recuperó el primer planteamiento, pero ni así cobró impulso el monumento. Menos aún, cuando el rey Alfonso XII puso la primera piedra, en 1877, aún hubo que esperar 47 años hasta aquel día de agosto cuando se hizo realidad el proyecto final del arquitecto Juan Talavera y Heredia.
El monumento consta de una estatua ecuestre realizada por Joaquín Bilbao, hermano del pintor Gonzalo Bilbao. Siguiendo la creencia popular (más que rigor científico) sobre la simbología en este tipo de representaciones, que el caballo tenga las cuatro patas en el suelo revela que el protagonista murió por causas naturales y no en batalla o por heridas sufridas en ella. Fernando de Castilla empuña en su mano derecha un cetro rematado con una cruz, mientras la espada Lobera permanece envainada a su izquierda. En la silla, se aprecia una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos, al modo de la Virgen de los Reyes.
En el pedestal sobre el que se sitúa la imagen de San Fernando se colocan cuatro esculturas de los artífices de la conquista de Sevilla. Aparecen el hijo del monarca, Alfonso X (realizada por Enrique Pérez Comendador), el Almirante Ramón de Bonifaz (obra de José Lafita Díaz), el Obispo Don Remondo (por Alfonso López Rodríguez) y el Caballero Garci Pérez de Vargas (de Joaquín Sánchez Cid).