Durante 600 años fue iglesia colegial, el segundo templo de Sevilla –tras la Catedral–, y eso explica el virtuosismo arquitectónico, escultórico y pictórico que custodian sus muros. Su fisonomía actual corresponde al proyecto barroco, sustituto de la fallida Colegiata medieval, pero en realidad también es fruto de las etapas romana, visigótica y musulmana que la antecedieron. Para atestiguarlo, ahí está el acceso por la calle Córdoba, donde se conserva el cuerpo bajo de la torre de la Mezquita Mayor de Adabbás, entre otros vestigios.
Sus retablos e imágenes sacras, esculturas, pinturas, platería y bordados reúnen autores tan ilustres como Juan de Oviedo, Duque Cornejo, Juan de Mesa o Martínez Montañés. A estas obras de arte y enseres hay que añadir el impresionante órgano barroco, que recuerda la intensa vida musical de la Colegiata.