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La huella de al Andalus en Sevilla

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Relieve del Real Alcázar de Sevilla.

Desde que las tropas de Musa conquistaron Sevilla en el año 712 hasta la toma de la ciudad por Fernando III el Santo en 1248, transcurrieron más de cinco siglos de historia andalusí en los que la capital hispalense alcanzó gran relieve político, económico y cultural. Aun después del relevo cristiano, la influencia de lo mudéjar, si no ya de lo musulmán, quedó patente en la ciudad. Y así se conserva en muchos aspectos que se pueden descubrir en un sencillo paseo por Sevilla.

El legado andalusí se conserva en el lenguaje, en la gastronomía y puede que hasta en el carácter de los sevillanos. Pero centrándonos en sus muestras más visibles, en el urbanismo, la arquitectura o el arte, nos resultará más sencillo tomarle el pulso a una Sevilla andalusí que aún pervive en cierto modo.

En efecto, Sevilla fue de las primeras ciudades conquistadas por el ejército musulmán, que se extendió rápidamente por la península Ibérica y llegó a dominarla casi en su totalidad, llegando hasta la actual Francia. Si el general Tariq desembarcó en Algeciras en 711, apenas un año después y con apenas un mes de asedio, su señor Musa le tomó el relevo haciéndose con la capital de la provincia visigoda de Hispalis.

Se convirtió Sevilla en la primera capital importante del territorio andalusí y, tras la descomposición del Califato de Córdoba en 1031, se erigió como una de las taifas más importantes y en la capital del imperio almohade en al Andalus. Por supuesto, todo este esplendor quedó reflejado en la fisonomía de la ciudad.

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La Giralda en Sevilla.

Esta Sevilla medieval se puede visitar aún a través de notables ejemplos histórico-artísticos, algunos en envidiable estado de conservación. El mayor icono es, sin duda, la Giralda, antiguo alminar de la Gran Mezquita, que es prácticamente lo único que se conserva de ella junto con el Patio de los Naranjos.

Igualmente reconocible es la Torre del Oro, donde terminaba, a pie de río, la muralla que comenzaba en el Real Alcázar. Por supuesto, el palacio real es otra buena muestra de aquellos años y tiene aún gran número de espacios originales de la Sevilla andalusí, como el Salón de Embajadores (luego reformado por el rey Don Pedro) o el Patio del Yeso.

Además de todos estos monumentos principales, el gusto por lo andalusí pervivió y se vio reflejado en estilos posteriores. Mucho de todo esto inspiró a los grandes viajeros románticos del siglo XIX a conocer el «Oriente más a mano» que encerraban las calles de Sevilla. Esas donde la huella andalusí puede seguirse paso a paso.

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