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Duelo a muerte con el marqués de Pickman

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Rafael de León y Primo de Rivera, tercer marqués de Pickman.

Rafael de León y Primo de Rivera se convirtió en el tercer marqués de Pickman al casarse con María de las Cuevas Pickman y Guitérrez de Salas. Él ya pertenecía a una familia noble, pero venida a menos. Su esposa, hija del segundo marqués de Pickman y de una trabajadora de la popular fábrica de loza del Monasterio de la Cartuja, heredó una fortuna y la mitad del negocio. A pesar de tal desahogo económico, Rafael de León, tan desprendido como jaranero, acabó con problemas financieros. Como se cuenta en el ensayo Duelo a muerte en Sevilla, del historiador Miguel Martorell, el marqués de Pickman retó en duelo a un capitán de la Guardia Civil del que se decía que le ayudaba con los préstamos y al que suponía cortejando a su esposa; y no salió de aquello.

El 10 de octubre de 1904, con 35 años, a la impropia hora de las 16.30, el aristócrata se enfrentó con pistolas a Vicente Paredes y, después de varios intentos, una bala lo alcanzó por la axila derecha, en dirección al corazón. Fue la penúltima víctima de un duelo en España y el estímulo definitivo para que se creara la Liga Nacional Antiduelista.

Al contrario de lo que podía pensarse, la muerte de un disparo en una hacienda en las afueras de Sevilla no fue el final de la historia, tras una vida de fiesta continua, largas vacaciones y negocios ruinosos, sino que su mismo entierro fue un verdadero tumulto. Al menos el primero, tomado al asalto por los trabajadores de la fábrica. El segundo, practicado por las fuerzas del orden para trasladar el cuerpo del cementerio católico al civil (donde correspondía a las víctimas de duelo), se hizo de noche y con discreción.

La muerte de tan significado personaje causó revuelo. Más que eso, conmoción. Y no era para menos: era una persona notable, que había abofeteado en público a un miembro del ejército, muerto en una práctica clandestina como los duelos de honor, que no sólo la ley prohibía sino que la Iglesia condenaba, y con los militares velando por que no se castigara a su verdugo en el duelo.