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Convento de San Leandro

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Fachada del Convento de San Leandro a la Plaza de San Ildefonso.

La historia del convento de San Leandro es bien conocida en Sevilla. Es puro arraigo. Todo se resume en la arquitectura conventual tan propia de la capital hispalense, el arte (incluyendo a Murillo) y sus aclamados dulces. Una joya de la historia, el arte y la misma identidad de esta ciudad.

Se dice que la Orden de las Agustinas llega a Sevilla prácticamente con la conquista de Fernando III. De lo que hay noticia es de su presencia durante el reinado de Fernando IV, a caballo entre los siglos XIII y XIV. Se asientan primero extramuros, por el entorno de la Puerta de Córdoba, y es en 1367 cuando se trasladan murallas adentro.

Con la aprobación del rey Pedro I de Castilla, las monjas se instalan primero en San Marcos y rápidamente pasan a la antigua parroquia de San Ildefonso (desde 1369). Aquí siguen desde entonces, sobreviviendo a todo tipo de avatares.

La época de esplendor de este céntrico convento llega a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Coincidiendo con el florecimiento económico de la Sevilla más esplendorosa, el monasterio se somete a una importante renovación. Sevilla, la Ciudad Conventual, tiene en San Leandro otro soberbio ejemplo de arquitectura religiosa en un imponente edificio con fachada a tres calles: plaza de San Ildefonso, calle Caballerizas y calle Imperial. El jardín linda con el de la Casa de Pilatos.

El elemento más sobresaliente del conjunto es la iglesia, que gana por este tiempo un nuevo retablo barroco. Se atribuye a Pedro Duque Cornejo y Felipe Fernández del Castillo. La mano de grandes maestros se va reflejando en sus instalaciones, desde Juan de Oviedo (al que atribuyen las trazas) a Asensio de Maeda. Martínez Montañés realiza un retablo que se conserva aún hoy. El propio Murillo realiza cinco pinturas.

En el siglo XIX, el convento de San Leandro entra en decadencia. Hoy sigue activo, sobre todo gracias a la heroica resistencia de las monjas de clausura que viven en él y que elaboran los muy apreciados dulces de conventos. ¿Te suenan las yemas de San Leandro?